lunes, 20 de octubre de 2008

Sentir la importancia


La sensación de estar frente a una banda importante no sucede en cada show. Cierta vez, 15 o 16 años atrás, me topé primera vez con esa impresión. Fue en un bar pegado a las vías de la estación de Temperley, que después se convirtió en escenario de referencia para las bandas del Sur y las que quisiesen conquistar ese bastión. La banda era Bersuit Vergarabat, con una formación algo parecida a la actual, o en su defecto Gustavo Cordera con una guitarrita o acompañado por Juan Subirá. Esa vez, hace mucho, me di cuenta que si el destino no le tenía preparado un buen pasar a aquella banda, yo tendría que recordarla bien para hacer justicia y que no se olvidara su huella.

El sábado, otro show me llevó a un lugar cerca de las vías del Roca, lindero a la estación de Banfield. El Galpón. Un espacio cultural de la lúgubre calle Vergara que, casualidad, igual que en aquel bar de Temperley, colgaban obras plásticas de las paredes.

En el escenario no estaba ni el Pelado, ni Subirá, ni la Bersuit. Estaba El Abuelo para dar un show en un lugar distante al circuito de rock convencional de la zona Sur y celebrar un trabajoso periodo de camino que los tiene por diferentes escenarios desde hace 10 años. El Galpón parecía tomado por la banda para llevar a cabo su propósito. Tenía una barra y un escenario muy pensado y atípico para una banda autogestionada: una suerte de atrio gigantesco para contener la batería, dos escenarios al costado para bajo y violín y una tarima en el nivel inferior para las dos guitarras y la voz. El Abuelo tocó sobre su propia escenografía.

El comienzo del show tuvo un condimento que hubiese hecho crispar al viejo Spinetta, que no tolera a su público cantando sobre sus temas. La gente reconoció la ausencia de luces generales y el encendido de los tachos de color sobre el escenario como la señal de largada: “Ríe cuando ríe; Ríe ja, ja ja” cantó el público con el tempo justo y la templanza en sus gritos. La voz de la masa retumbaba con firmeza y Pollo, el cantante, parecía extasiado haciendo lo mismo, hasta que el resto de la banda comenzó, en clave de proto-cumbia, la intro del tema. ¡Buenas noches, Banfield! Gritó el cantante y comenzó La Ira de Pierrot, eléctrica, con las dos violas rabiosas abriéndose paso.

Siguió Pozo Ciego, Caño de Escape y Pedro, tres que suelen estar en casi todos sus repertorios. Llegó el turno de Mandarinas y Gris Llanto, anunciado como el primer tema de El Abuelo, o a caso la creación que antecedió al comienzo. Como contraposición, llegó el turno de la última pieza, inédita hasta el show del sábado: Magda y los Piadosos, un temazo que no tiene referencias musicales a las tantas que El Abuelo recurre para con sus composiciones. El público se dedicó a escuchar y las caras y gestos de aprobación para con la novedad, fueron auspiciosos.

Con ese clima entró Elegía del Cautivo, otro viejito que hacía tiempo no sonaba, para seguir con la increíble Como Una Gorgona y romper el clima con ultra hard core breve de Por Vos Hubiese Cometido el Más Atroz de los Pecados y darle lugar a Considerata y Milonga a tu presencia, dos ausentes en los últimos años. Ahí un recreo, obligado por el calor y para darle un respiro al agitado público. Tras el impasse, la armónica que tanto hacía que no se escuchaba para No Tiene Sentido y pasar a Lúdica y Febrero. Luego la versión de Penumbra –¡que tema!-, el rabioso Fardo, Púas, el infaltable Hipólito y el cierre con Bomba. Después el obligado bis con una versión combinada de Marzo y Tu Rock Loco, al mejor estilo George Martin con el disco Love aunque con la simpleza de dos temas muy parecidos en su estructura, claro. Después, El Abuelo le bajó la cortina a la noche.

Al margen del show aniversario en particular, El Abuelo le demostró a los presentes -y por los ecos de estos- que es la banda más importante del Sur, tal cual pregonaron con la leyenda en la campaña gráfica de promoción. A juzgar por lo interesante de su música –un oasis en un contexto de reiteradísima búsqueda Rolling Stone- y la complejidad de las letras, El Abuelo es más que la banda más importante de una zona geográfica. Es el eslabón perdido del rock argentino. Después de Los Visitantes, acaso la última de las bandas que siguieron una línea que persiguió la excelencia lírica y musical, no surgió otra que cantara con compromiso, desamor, ternura, ironía u otras cuestiones costumbristas o existenciales que cuidara los detalles musicales y de escritura como lo hace El Abuelo.

Hace poco tiempo, en el estadio de River, me sorprendí mirando un show de aquella banda que me cautivaba al lado de las vías del tren cuando era adolescente y me regocijó no haber tenido que encargarme del trabajo de impedir que se borren los rastros de sus huellas. Seguramente, alguien se habrá jurado impedir que El Abuelo pase al olvido si el destino no es generoso con él. A juzgar por esa primera sensación que me brindó la banda del Pelado y la misma que me despabiló en El Galpón escuchando a El Abuelo, no va a ser falta que nadie se tome el trabajo de recordarlo.
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Show: 18 de octubre
Lugar: El Galpón, Banfield
Para escuchar y ver:
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1 comentario:

Danilo Gatti dijo...

Muy buen blog
me gusto el articulo sobre Traci Lord, hace años que los conozco y los he visto aca en Lanus
saludos