martes, 20 de julio de 2010
La noche que volvió Bersuit
jueves, 20 de agosto de 2009
Te fueron a ver a vos
En el editorial naranja de la derecha de este blog, está claramente expuesta la manera en que Callejeros llegó a ser una banda convocante y más convocante aún después del 30 de diciembre. Fontantet reconoce a Omar Chaban como una persona que ”cuando la banda llevaba 50 personas” la seguía apoyando y la ayudaba poniéndola como soporte de otras más convocantes. Con miedo a ir preso, Fontanet primero culpó de toda responsabilidad a Chabán y después señaló como responsable de haber prendido las bengalas a un amigo del barrio, muerto en Cromagnón: Sebastián Bonomi.
DICHOS Y CONTRADICHOS DE LOS PROPIOS CALLEJEROS
Las gacetillas de prensa que difundia la banda a través de Aldana Aprea, la responsable de esa área, terminaban con una leyenda a pie de página en la que se jactaban de tener el publico más bengalero y al que alentaban para que hagan la “fiesta también abajo” del escenario. Ese documento lo tengo en algún CD de backup, a cambio les ofrezco el siguiente video para vean y escuhen por si mismos.
Después llegó la polémica por el primer show tras la tragedia. El empresario cordobés José Palazzo, organizador del Cosquín Rock, hizo lo que nadie se animó: los contrató para volver al escenario en su tierra. Una jugada empresaria genial que económicamente cerraba por todos lados. La opinión pública estalló e intentó poner trabas al acontecimiento. Fontanet enloqueció y en el estudio de Cadena 3 dejó claro su pensamiento mientras el saxofonista apelaba con una remera a la sutil campaña de marketing del show: ¿toca callejeros? Preguntaba desde el estampado. En tanto, el cantante dijo algo que tal vez hoy no piense: “No me interesa la Justicia, ya demostró que no existe”. En su defensa hizo público algún secreto pensamiento, que si él no hubiese sobrevivido a Cromagnón, “Tal vez sería el héroe del rock nacional que murió con su gente”
“El que lo quiera entender, buenísimo. El que no lo quiera entender, es problema de ellos”, así sintetizaba en la misma entrevista Fontanet su pesar. Con la misma soberbia que cuando rompió el silencio en Radio10. Sobre el final, “Cabeza”, el batero de la banda, aporta su cuota de tino, sentido común y humildad.
En medio del proceso judicial, la banda se quedó sin guitarrista. Maximiliano Djerfy cambió de abogado primero. No le gustaba la estrategia que el resto de la banda empleaba para defenderse. Hubo una pelea y hasta amenazas de muerte cuando su padre dijo públicamente que iba a detallar como se realizaba el ingreso de las bengalas. Eran acusaciones fundamentales, que nunca se realizaron. Djerfy no quería tocar hasta que no se resolviera el juicio, por una cuestión de respeto. Callejeros consiguió rápido un reemplazo.
No culpo exclusivamente a Callejeros. Repudio su accionar, su simpleza para salir del paso, para pedir que no le tiren "el fardo" de los muertos, para ensuciar a otras bandas (presentaron videos de otras para demostrar que no eran los únicos bengaleros), de querer convencer que sufren el dolor ostentando los muertos de su entorno. Los culpo de la mentira, su ambición por seguir ganando guita pese a todo, por la soberbia y de ser artísticamente espantosos. Les creo que no planearon una masacre. Pero es doloroso que no se hagan cargo de que sí entraban bengalas, que las pedían, que eran organizadores, que el sentido común no les haga notar que la salida de seguridad con candado no llevaba a otro lugar que al hotel lindero donde durmieron las noches del 28 y 29 que por obvias razones no usaron el 30. Es patético que, ahora, que la justicia no los encuentra culpables, encuentren las razones para dormir tranquilos. Nunca, en verdad, van a poder hacerlo realmente. Ellos saben la verdad.
jueves, 18 de junio de 2009
Juan Subirá se embarró (otra vez)
lunes, 25 de mayo de 2009
Roqueros del bajo fondo
miércoles, 22 de abril de 2009
Callejeros sin vergüenza: promociona su nuevo show con las muertes de Cromagnon
lunes, 2 de febrero de 2009
The Fujimoris y el hipnótico tunel del tiempo
Los primeros en salir a la escena del Tío fueron The Fujimoris, una banda muy bien equipada con bajo, batería, guitarra y un sintetizador que hacía maravillas. De esas teclas, entre otros, salía el sonido típico del hammond viejo, ese que le da clima a este tipo de música. La melodía hipnótica que se cuela entre la guitarra y el bajo que generalmente se apoyan por contrapuntos. La batería, una firmeza notable. The Fujimoris, son una buena banda de sonido que se ahorra las palabras para ofrecer un viaje por esa extraña senda del punk y la música beat. Un viaje interesante entre la psicodelia y la distorsión, sin palabras.
El show comenzó pasada la medianoche y una pantalla gigante le daba (más) contexto al asunto, con la reproducción de imágenes de peliculas del 50 y 60, de esos intentos por inocular al público lo perverso de la marihuana –gente que pita descontrolada y pierde el control de sus vidas-, desnudos de Betty Page y otros íconos de mediados de la década del siglo pasado.
El cuarteto no se le escapa una palabra. Apenas un “je” “je” que contagió al público en el único estribillo de intervención vocal. El resto, exclusividad de los instrumentos. Por lo general, por características del género, la línea de bajo de la mayoría de las composiciones constituía el alma de tema. La guitarra, una Les Pauls conectada a los pedales necesarios para lograr el sonido en cuestión, acompañó a la banda sin sobresaltos. La batería, está dicho, fue uno de los puntos más altos del grupo, junto con las teclas que dieron el ambiente especial al show, cuando no se sumaba con otra Les Pauls… o con los dos instrumentos al mismo tiempo.
En poco menos de una hora “El marto Sanz” (bateria y coros) “Leandro dirty Sanchez” (bajo y coros), “Juanito Dinero” (guitarra) y Agustin Casola (sintetizador, guitarra) abrieron una noche que seguiría con los Latexx y luego con Los Peyotes. Por esas cosas del veddettismo roquero, por más indie que se precie, la noche no fue más fluida: al finalizar The Fujimoris, desarmaron los fierros de la bata para la siguiente presentación y cambiaron el banquito incómodo de madera por una banqueta convencional para el siguiente baterista… Te Vi en Vivo, entonces, se fue.
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Show: 30 de enero
Lugar: Tío Bizarro, Burzaco
Para escuchar y ver:
http://www.myspace.com/thefujimoris
http://www.fotolog.com/thefujimoris
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lunes, 20 de octubre de 2008
Sentir la importancia
El sábado, otro show me llevó a un lugar cerca de las vías del Roca, lindero a la estación de Banfield. El Galpón. Un espacio cultural de la lúgubre calle Vergara que, casualidad, igual que en aquel bar de Temperley, colgaban obras plásticas de las paredes.
En el escenario no estaba ni el Pelado, ni Subirá, ni la Bersuit. Estaba El Abuelo para dar un show en un lugar distante al circuito de rock convencional de la zona Sur y celebrar un trabajoso periodo de camino que los tiene por diferentes escenarios desde hace 10 años. El Galpón parecía tomado por la banda para llevar a cabo su propósito. Tenía una barra y un escenario muy pensado y atípico para una banda autogestionada: una suerte de atrio gigantesco para contener la batería, dos escenarios al costado para bajo y violín y una tarima en el nivel inferior para las dos guitarras y la voz. El Abuelo tocó sobre su propia escenografía.
El comienzo del show tuvo un condimento que hubiese hecho crispar al viejo Spinetta, que no tolera a su público cantando sobre sus temas. La gente reconoció la ausencia de luces generales y el encendido de los tachos de color sobre el escenario como la señal de largada: “Ríe cuando ríe; Ríe ja, ja ja” cantó el público con el tempo justo y la templanza en sus gritos. La voz de la masa retumbaba con firmeza y Pollo, el cantante, parecía extasiado haciendo lo mismo, hasta que el resto de la banda comenzó, en clave de proto-cumbia, la intro del tema. ¡Buenas noches, Banfield! Gritó el cantante y comenzó La Ira de Pierrot, eléctrica, con las dos violas rabiosas abriéndose paso.
Siguió Pozo Ciego, Caño de Escape y Pedro, tres que suelen estar en casi todos sus repertorios. Llegó el turno de Mandarinas y Gris Llanto, anunciado como el primer tema de El Abuelo, o a caso la creación que antecedió al comienzo. Como contraposición, llegó el turno de la última pieza, inédita hasta el show del sábado: Magda y los Piadosos, un temazo que no tiene referencias musicales a las tantas que El Abuelo recurre para con sus composiciones. El público se dedicó a escuchar y las caras y gestos de aprobación para con la novedad, fueron auspiciosos.
Con ese clima entró Elegía del Cautivo, otro viejito que hacía tiempo no sonaba, para seguir con la increíble Como Una Gorgona y romper el clima con ultra hard core breve de Por Vos Hubiese Cometido el Más Atroz de los Pecados y darle lugar a Considerata y Milonga a tu presencia, dos ausentes en los últimos años. Ahí un recreo, obligado por el calor y para darle un respiro al agitado público. Tras el impasse, la armónica que tanto hacía que no se escuchaba para No Tiene Sentido y pasar a Lúdica y Febrero. Luego la versión de Penumbra –¡que tema!-, el rabioso Fardo, Púas, el infaltable Hipólito y el cierre con Bomba. Después el obligado bis con una versión combinada de Marzo y Tu Rock Loco, al mejor estilo George Martin con el disco Love aunque con la simpleza de dos temas muy parecidos en su estructura, claro. Después, El Abuelo le bajó la cortina a la noche.
Al margen del show aniversario en particular, El Abuelo le demostró a los presentes -y por los ecos de estos- que es la banda más importante del Sur, tal cual pregonaron con la leyenda en la campaña gráfica de promoción. A juzgar por lo interesante de su música –un oasis en un contexto de reiteradísima búsqueda Rolling Stone- y la complejidad de las letras, El Abuelo es más que la banda más importante de una zona geográfica. Es el eslabón perdido del rock argentino. Después de Los Visitantes, acaso la última de las bandas que siguieron una línea que persiguió la excelencia lírica y musical, no surgió otra que cantara con compromiso, desamor, ternura, ironía u otras cuestiones costumbristas o existenciales que cuidara los detalles musicales y de escritura como lo hace El Abuelo.
Hace poco tiempo, en el estadio de River, me sorprendí mirando un show de aquella banda que me cautivaba al lado de las vías del tren cuando era adolescente y me regocijó no haber tenido que encargarme del trabajo de impedir que se borren los rastros de sus huellas. Seguramente, alguien se habrá jurado impedir que El Abuelo pase al olvido si el destino no es generoso con él. A juzgar por esa primera sensación que me brindó la banda del Pelado y la misma que me despabiló en El Galpón escuchando a El Abuelo, no va a ser falta que nadie se tome el trabajo de recordarlo.